jueves, 21 de febrero de 2008

Las sombras del silencio

Esta mañana miré a la Luna, y dibujada tras las nubes me hablaba en voz baja para contarme como transcurrirá el día. Al oido me decía que antes del noveno bisiesto debería elegir momento, para romper el silencio.

Todo esto me suena a profecía, a cuento escrito en la parte de atrás de un paquete de galletas, a laberinto trazado entre las zarzas del río. No hace falta ser un loco para saber lo que se avecina.

Puede haber algo peor que no recordar ni uno solo paso andando y terner la certeza de no saber dar un nuevo paso.

Sentencia final de la memoria, veredicto de muerte adornado de bellas intenciones insípidas.

Pocas cosas pueden ser peor que mirar al cielo o al infierno y no saber si se está vivo o muerto, o ni siquiera saber si se está.

Que las flores de la amnesia perpetua puedan dejar destellos de reminiscencia y olor a hierba fresca, al menos, en los sueños de mis sueños.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Una oración ...

Yo, el predicador de las mentiras, cobarde hasta que nace el día y antiguo charlatán de ilustres cafés, con el poder que me otorga la santa hermandad de las causas perdidas, absuelvo al trovador para que luche con osadía por la eterna revolución.

Ilustres moradores de la verdad, apartad.
Venerables señores de la guerra, retiraos.
Paloma que preñaste a la doncella, no rias más.
En mis manos está la sangre de tu collar
y en mis mejillas aún mora tu despertar.

Para todos los soñadores, y para los caminantes del vino.
Para los perdedores y para los perdidos.
Para los errantes y para mi hermano ermitaño.
Para el joven juglar y el pastor encumbrado.
Para el último de los profetas.
Para mi viejo amigo, que a la mañana se refleja en la ventana a la que miro.
Para la luz de mi estrella en la curva del olvido.
Para la sombra de lo no vivido.
Para ti que miraste debajo de la cama, detrás de la maceta, corriste las cortinas y te asomastes al balcón , y allí me viste llorando cual eterno aguador, con la mirada perdida hacia el Sol.

lunes, 11 de febrero de 2008

Pensamientos olvidados

Estoy viendo al tuerto guiñar el ojo y reirse. Observo al maño sentando sobre la siembra, recibiendo el cierzo como quien consigue un premio, cantando la canción triste. Y me volvió a tocar la jodida. De nuevo, sin llevar ni siquiera un boleto, si haber participado. El hombre del traje gris sacó mi bola del bombo.

Cuantas veces he de decir, que renuncio por siempre a esta suerte que no para de socorrorme cuando creo que me voy a enderezar.

Con nombre de mujer acudes a nosotros y con apellido destructor nos marcas, a fuego vivo. Y pensaba yo que las luces negras terminarían por apagarse, volví a pecar de inocente.

Otra vez a recorrer el sinuoso sendero de barro, y esta vez con vanas esperanzas perdidas de antemano. Según avancemos más díficil será andar por él. Esperemos que el tiempo no nos quite la osadía de pensar que lo superaremos, pero yo que ya voy sabiendo más por viejo que por otra cosa, me voy temiendo lo peor.

De tantas cosas no he de quejarme, pero es que me obligas a no parar de largar.

Sólo se me ocurre dejar que tu nombre haga sombra a la maldita. De momento, iré dejando un pequeño rastro de sal para que me podáis seguir, pues parece ser que esta vez el camino va a ser de los más jodidos.

Le suplico a la aurora boreal que me de la magia para no perder lo andado y condeno a Dios a muerte igual que él nos ha condenado.

lunes, 4 de febrero de 2008

Lura

Decir que ayer fué mejor que hoy es decir que no hay mejor futuro que el no vivido. Esto es como rechazar las sombras del fracaso y dar un voto de sabiduría a la cobardía que crece en nuestra alma.

Mejor ahogarse en rio que pacer como fruto de secano, en la cama bien dormido, hasta que se acuerden de ti las nubes de la agonía y la señora de negro, que aguarda en primera fila a que llegues a la meta.

Al final, todo es contradicción y mentira. Y en cualquier lugar por donde vagues, deberás saber que siempre sabe mas el más viejo del lugar, y debes observar hasta caer sin fuerzas, pues de ello sacarás las arras de la nobleza, del caminar bien erguido. Poder mirar a los ojos del hombre y decirle sin titubeos: yo vivo.

He leido en las olas del mar y escribí en las hojas del viento.
Escuché a las gaviotas volar y observé la berrea en desiertos.
Vi crecer las amapolas y vi morir al mar muerto.
Ayer fuí gran cazador y ahora trovador de lamentos.
Perdí el tiempo con palabras y hoy perezco por dentro.
Te miré a los ojos en invierno y encendí el firmamento.
El pétalo de mi rosa se me clavo en la cordura,
y aquellas noches sin Luna, marcaron esta memoria
que girando hoy en la noria padece fina locura.