martes, 19 de enero de 2010

Lágrimas de Dios

Tengo el don de otorgar la inmortalidad a cualquier gota de lluvia que atraviese la mirada de la inocencia.

Se que puedo dictar sentencia ante cualquier pensamiento que cruce la vigilia del silencio en la que me veo envuelto.

Hoy, mejor que nunca, me doy cuenta del poder que se encierran en las estúpidas palabras, y por tanto imploro clemencia ante el río que muere en el mar, ante la urraca que posada sobre el olivo intenta marcar mi caminar. Me arrodillo ante ti, luz del alba, para que absuelvas todas mis faltas y me dejes partir hacia donde sólo tú y yo sabemos.

Vuelvo a levantar la cabeza para mirar al Sol y me doy otra vez con el jodido pico de la mesa que me lleva maltratando desde que apenas levantaba un metro del suelo.

Si esta es la gloria que deseáis para mi, ya la he alcanzado y superado con creces, deja de tener sentido el experimento, no habrá nuevos datos de interés.

Y fue Dios y le encomendó a la ira, y a su hermana la cólera, que mostrasen de lo que es capaz. Hoy Dios llora tras las estrellas por su eterno error que le llevará a vagar por siempre sin perdón, ya que no tiene que rendir cuentas ante nada ni nadie.

Sólo ruego que el silencio sea por siempre el mayor de los desprecios, y que alguien pueda percibirlo para que la ausencia de eco maneje las viejas heridas a su gusto.

miércoles, 13 de enero de 2010

El olor de la siembra

El viento de la madrugada invade la espera. ¿Dónde perdí el olor a siembra?, aquel olor que me cegaba en el atardecer y que atrapaba mis sueños de libertad.

Aún tengo grabado a fuego el serpentear del camino frente a mis ojos, y allá al fondo las montañas azules. Ojalá que nunca se borren de mi memoria aquellos días, porque al menos tendré algo a lo que agarrarme cuando esté cubierto de hastío hasta el cuello y sólo un vago recuerdo pueda decidir que todo valió la pena.

Y hoy, bajo el yugo de la soledad y con el eterno error de volcar en las palabras lo que sólo puede expresar una mirada, vuelvo a mirar hacia ti. Quizás todo hubiese distinto, pero ahora el camino se cubrió de maleza. Las zarzas y las malvas ocultan los pasos de los niños, los sueños de los hombres.

lunes, 4 de enero de 2010

Eterno navío

Deseo empezar a robarle sueños al recuerdo y volverlos a soñar. Quiero, con todas mis fuerzas, borrar de mi alma la ausencia de paz, pero soy consciente que ese es un camino no marcado en las páginas de la futura memoria que habré de guardar.

Se que se avecinan nubes de alegría en el cielo y eso me debe conducir, por mi bien y el vuestro, hacia senderos de serenidad. Difícil lo veo.

No puedo hacer lo imposible por su propia naturaleza, pero os prometo que en ocasiones lo intento. Guardar tras las cortinas de vuestros ojos éste vagar por la pena, es digno de retratar.

Y allá, en su mecedora azul, bajo el cuadro del eterno navío que surcaba los mares de Sur, fuma en pipa mientras con mirada perdida gira su cabeza hacia el extraño eco que hacen la brasas abrazadas en la chimenea. Su barba se torna plata con el brillo del fuego reflejado en la extraña soledad.