jueves, 15 de abril de 2010

El último candil

Al final, con lágrimas en el alma, tendré que decir adiós al último rayo de sol que iluminaba, de vez en cuando, mis profundos sentimientos.

Esta vez estoy convencido que es una despedida sin retorno, demasiado tiempo para ahora acabar así, como si nada fuese a pasar. Yo de momento tiraré de la puerta pero sin echar la llave ...

En cinco días habrán pasado veinte años desde los ecos de la cabaña de Omrut, veinte años soñando contigo, que jamás me pediste nada a cambio y todo me lo diste.

Después de que se hiciera realidad el sueño, allá por principios de este siglo, el camino llega a su fin.

Te miraré, me mirarás.
Te besaré, te girarás.
Te soñaré, y a cada paso que dé,
moriré por los vacíos de tu voz.

Y en el barro de las pisadas perdidas, allá en la cumbre de la heridas perpetuas que jamás cicatrizarán, te esperaré.

Qué el gran maestre me guíe
por esta siembra de dudas,
principio y fin de locuras,
que me retienen en vida
en la enaguas de Judas.

"Alma negra en sus entrañas..."

viernes, 9 de abril de 2010

Setencia

Yo nunca seré el peor de tus enemigos, simplemente seré el último.

Aljaes

lunes, 5 de abril de 2010

Cantos rodados

Manos marcadas por la maleza y la espesura.
Veneno susurrante que se abre paso en la locura.

Pude atravesar barreras intransitables.
Pude tropezar en piedras marchitas de fuego.
Pude recordar victorias de otra vida.
Pude respirar, y sentir la mirada de quién todo lo sabe.

No sirvo para vivir, creo que soy simplemente un superviviente de los miedos encarcelados en tiempos lejanos que no volverán.

Pero que nadie me quite jamás el poder meter la mano entre las zarzas y desollarme la piel en tus heridas.

Soy esclavo del silencio y eso no me va a traer nada bueno, pero al menos dejaré de barruntar los ecos de la maldita, y podré escuchar las voces de tu belleza que me llenan más que la niebla a los valles de la cordura.

Sólo te pido el aliento
para no perder el momento,
y aunque olvidé la esperanza,
pueda sentarme en tu cuerpo
a mirar a la otananza,
y pensar en el viejo cuento
que envuelve estos lamentos,
desde el inicio del tiempo,
en los altos de labranza.