miércoles, 14 de diciembre de 2011

Viejo carrusel

Hace más de un año que no hablamos y ayer, sin venir a cuento, viendo girar un viejo “carousel” en una fresca y húmeda tarde en un parque de Boston he pensado en ti y me he puesto ha escribirte.

Lo último que te conté salió mal y ahora me veo empujado a seguir balbuceando sobre mi vieja existencia, seguiré como siempre dando tumbos por los confines de la tierra.

La verdad sea dicha, se me plantea ahora una nueva visita al monasterio de Santa Catalina, donde hace años descubrí una viejo pergamino que me gustaría estudiar de nuevo y pasar por Dahab, tengo en el paladar aún la reminiscencia de los algunas hierbas que allí probé.

Los últimos seis meses he recorrido cientos de pequeñas aldeas desde el canal de Panamá hasta Ushuaia, todo para nada. Buscando lo que jamás encontraré pero a lo que no puedo renunciar.

De todas formas, por si te apetece el reencuentro, tengo la intención de ir a Nueva Orleans para el Mardi gras, quedé con un antiguo compañero de viajes en vernos en el barrio francés para saldar una vieja deuda que llevo arrastrando ya varios años, quizás sea mi última parada, no lo se.

Bueno, espero que no pase otro año sin escribirte, se de ti por tus viejas historias, y ya sabes si quieres nos vemos el penúltimo Martes de Febrero.

Nos vemos, en cualquier cantina del nuevo mundo o en cualquier taberna del viejo, sabes que mires hacia delante o hacia atrás siempre encontrarás mi rastro para poder dar conmigo. Si alguna vez me necesitas de forma urgente habla con el maestro Heredia y te dirá por donde vago.

Hasta siempre y hasta pronto.


El Duende.

Boston, 14 de Dicembre de 2011

martes, 13 de diciembre de 2011

Licentinas

En el lecho del despecho,
en vasija de tristeza,
inundo hoy de pereza
esta eterna soledad
que me abraza bien fuerte
cuando pienso en la suerte
que ahoga mi despertar.

Si hemos de ser iguales
mejor hoy que en el hoyo
pues es consuelo de tontos
esperar siempre el final
sentado entre la maleza
que llena hoy de asperezas
esta mente loca de atar.

Al final ni me va ni me viene,
ni siquiera me hace llorar
la terrible oscuridad
que atraganta mi torpeza
al hilvanar las mentiras
que escribo sin escribir
en la cueva de la vida.

Cosas del camino,
recordar lo no vivido
para no disfrutar de lo dado,
y desear con fuerza lo ajeno,
cuando en el viejo tintero
tengo más encerrado
que lágrimas tiene el mar
y gotas de sal mis labios.