lunes, 1 de diciembre de 2008

Y mañana (212)

Y dentro de 17 horas se tornaran los cielos de verde para anunciar el paso de 2 años.

Si difícil es comprender más difícil es llegar a imaginar.

Seguramente, y con poco margen para que las dudas jueguen a ser Dios, el cambio más grande que el pastor soñó allí sentando sobre las rocas, viendo morir al rio de sus deseos.
Sólo los maestros del dolor saben la verdadera historia y sólo los adoradores del miedo pueden llegar a vislumbrar lo que supondría una lágrima conseguida mediante las malas artes de los hombres grises.

El camino apenas comienza aquí y ya se augurá duro y sinuoso. Reto sin igual para la paciencia que guardé en los albores de la primavera bajo llave en el cofre del silencio ,allá en el fondo del decimoséptimo recodo de la corriente más caudalosa del mundo.

Y se acercó el maestro al nuevo discípulo que acaba de llegar y le dijo:
- ¿Dónde crees que se encierran los latidos del universo?
El discípulo, tras meditar durante tres largos minutos contestó:
- En las energías que fluyen entre las inmensas estrellas y en los oscuros agujeros que albergan la osadía del control eterno de los cielos infinitos.
El maetro, con voz pausada pero con el cansancio que marcaban sus ojos, fruto de la lucha contra el sentido de las lúgubres palabras que sólo encierran miedos y mentiras, respondió:
- Mal. ¿Quién te dijo que hay estrellas? El hombre, y ¿quién te dijo que hay agujeros negros? El hombre. ¿Por qué te fias del hombre si a cada paso que das uno te clava un puñal y otro te roba la sangre?. Nada podrás aprender en este lugar.

Ahora el maestro se acercó a otro nuevo discípulo y le preguntó:
- ¿Dónde reside la belleza del Mundo?
Apenas, tras unos segundo, el segundo discípulo contestó:
- No lo sé maestro, vine aquí para aprender.
El maestro se acercó y le dijo:
- Nada podrá aprender en este lugar.

Por último, el maestro se acercó a un niño que estaba allí junto a ellos y le preguntó:
- ¿Eres feliz?
El niño respondío:
- No, porque están ustedes aquí en medio de la calle molestándonos, estabamos jungando al balón y hasta que no se vayan no podremos seguir jungando. ¡Vayanse ya!, nada podrán aprender en este lugar (y se echó a reir el niño).

El niño se hizo mayor y se convertió en maestro.