martes, 20 de noviembre de 2007

Una más, ojo tuerto

Como un viejo mueble aparcado, como un bicho raro, como un ser inerte.

Así me deben mirar los demás, porque desde luego, no me ven.

Y quiere el titiritero que baile al son de la música, si aunque quisiera, no puedo.

Tristeza conocida, hipocresía gratuita.

Le deseraría quizás algo bueno, pero en el fondo no se merece ni mis pensamientos, y me duele gastar este tiempo pensando en ello.

Que los viajeros del tiempo me lleven a mi lugar.
Que los jueces del destino me castiguen por mi homilía.
Que los juglares por siempre os cuenten historías mías para que no paseís jamás por esta infinita angustia, por esta fatal agonía, que inunda mi despertar ayer, mañana y cualquier día.

Y seguiré acurrucado, llorando por la esquinas, buitres sobrevolando, tremenda osadía el yacer aquí parado, soltado mil letanías, para que el desván me proteja y que me sirva de guía.

Mares del Sur, yo os reclamo.

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