lunes, 20 de diciembre de 2010

Una bala, un agujero

La serviré bien fría, esperaré el mejor momento. Si es necesario esperaré a que se alineen todos los planetas y estrellas del firmamento, tendré paciencia, pero que nadie ponga en duda que la venganza será recordada por la eternidad cuando en su mecedora repase los sucesos más relevantes de los grandes eventos registrados desde la oscuridad hasta el infinito resplandor de los confines de los inexistente.

Supongo que empezaré arrancándole las entrañas con un alfiler mojado en salfumán. Le desgarraré los ojos con anzuelos de ocho puntas y algunas otras cosas que no puedo contar.

Pero lo que es seguro es que colgaré su cabeza en la última rama del árbol de los traidores, en la cúspide del infortunio, ahora mismo eres mi prioridad absoluta.

El mundo nunca verá nada parecido y que nadie se lo quiera ni imaginar, te lo ganaste a pulso y con creces te será pagado.

Leoncio estás muerto, y en tu lápida sólo podrán escribir una "X" porque nadie te podrá reconocer. Todo lo creíste saber, pero lo que nunca vislumbraste es que por poco que yo sepa sabré que tu morirás en las manos del asceta, del ermitaño sombrío, del juglar del monte frío, del último bandolero que cruzó en Silencio los ríos.

Sin rencor, sólo venganza.

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