jueves, 11 de abril de 2013

Revólver amartillado

En algún lugar debí dejarme olvidados los ecos de mi locura. Aquellos bellos momentos que sólo existen en mi memoria marchita.
 
En algún lugar debí dejarme olvidados los pasos de mi cordura. Aquellos pensamientos que inundaban con deseo mi anhelada andadura.
 
En algún lugar perdí para siempre los sueños de mi vigilia y recuperé para el futuro las historias que en la noche llenan de vida mi vida y de cuentos mi presente.
 
Abrazo con cariño la paciencia que jamás tendré y la ausencia de pensamientas inviolables que me acosan antes de cada amanacer.
 
Hoy lloro sólo lágrimas severas motivadas por el castigo que jamás merecí.
 
Hoy imploro que se me aplique la máxima pena, la de vagar por desiertos de tristezas que es mi forma natural de perecer, el camino natural de mi condena.
 
Recurro a ti, compañera, recurro a ti sin miedos y sin proezas, que inundes con tu vibrar la eterna jodida alma que habita en mi caminar.
 
Y un día cualquiera vendrá a visitarme el Duende, y ese día por fin le podré invitar a recorrer con Silencio las Sierras de la Soledad.
 
Amago el gesto pero no escondo la mano. El revólver siempre amartillado, porque uno sabe que en cualquier momento lo tendrá que utilizar.

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