lunes, 24 de mayo de 2010

Hostal Gia

He perdido todo el tiempo sufriendo por ver tu felicidad y ya va siendo hora de poder ver, aunque sea en el vago reflejo de un pequeño charco varado en la estrecha vereda de la soledad, mi vieja sonrisa.

Sueño inalcanzable esperar que alguien me entienda, siempre intentado hacer las cosas lo mejor que sé para sólo recibir reproches e insultos, billetes de cambio que hasta hoy acepté sin ni siquiera comprobar su validez.

Viajero incansable de las vanas palabras y cosechador de los antiguos sonidos que poblaron la faz de la tierra antes de que nada ni nadie aplastara mi porvenir.

Y hoy, una vez más, sentado frente a la charca de los senderos perdidos, veo revolotear a la bella golondrina a la que una vez quite la vida. Giro la mirada hacia el sur, y vuelvo a ver las luces apagadas bajando por la serpenteante cuesta del eterno puente de paso.

Otra vez me invade la maldita sensación de no haber estado aquí nunca y me emborracha el deseo de permanecer aquí por siempre.

Treinta chapas, cien papeles, un chivato, una noche sin Luna, y las almas del olvido reflexionando sobre todo y nada a la vez.

¿Dónde estás mi vieja curva?

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