Era un antiguo profeta de las tierras olvidadas. Era el última asceta que guarda hoy en su cueva los silencios engendrados tras sus gritos de tristeza.
Veo vibrar la oscuridad y el miedo a lo que no debe ser me sacude sin piedad.
Digo y maldigo, y en ese mismo instante me arrepiento y juro lealtad a la cordura, pero vuelvo a quedarme sólo en la platea de la soledad.
No puedo cambiar y mirar hacia adelante, ni puedo dejar de recordar y vivir el bello instante como Whitman me hizo enseñar.
Y allá en la lejana llanura por donde alguna vez cabalgué duermo en las noches oscuras, atado para no perder, el recuerdo de mi curva y bajada del arcén.
Este Amarnecer ...
jueves, 25 de agosto de 2011
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