Los párpados hoy pesan más que nunca y la herida del pecho
vuelve a sangrar, esto no cura.
Amanece un día fresco en Amarga, un día más peor que ayer y jodidamente
mejor que mañana.
En el eterno divagar que envuelven las palabras que ojala
supiera silbar se encierra una vieja trova que narra como al caminar las
pisadas en el cieno se reflejan en la mar:
Miro a poniente para recibir el premio.
Guardo los miedos en el cofre del silencio.
Me ciego con el Sol reflejado en la duna.
Muero de placer al ver tu tez oscura.
Cuento como ayer mirábamos la luna.
Vuelvo a amanecer en el salón de las dudas.
Cada golpe de
tristeza que recibo de tus brazos hacen de este dolor el más bello de los
castigos, el mejor de los lamentos. Mejor sufrir por dejar de tener que por
nunca haber tenido.
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