viernes, 11 de enero de 2008

Cuadumbre y bamentos

No tiene sentido apuntar ya mis dudas en el cuarderno de incertidumbre que me acompaña siempre envuelto entre las sombras de las dudas y los temores de la ausencia. Lo sacaré del bolsillo de mi vieja gabardina y lo guardaré, no sin pesar, en el baúl de los lamentos. Echaré la llave y lo echaré al mar, sin miedo a que su contenido pueda perecer en la inmensa llanura de sal.

Me subo al desván, me refugio en las palabras. No hay peor guarida, pero las falsas palabras que jamás podrán expresar por si mismas nada, según creo adivinar, serán mi ansiada cabaña en el espeso bosque de los sueños soñados, de los viajes perdidos, de caminos no transitados, de los viejos amigos, al fin y al cabo, lugar donde guardo la brisa de viejas canciones y bellos momentos.

Qué la música y los pasos de mi sangre me acompañen por los mares que navegue sin rumbo. Le suplico al viento que cuando me vea dudar siempre sople hacia el Sur. Porque si algo he sabido es que sólo el alma puede recorrer los extraños caminos de las sensanciones perdidas. Los pasos una vez iniciados nunca volverán atrás, os ruego que os pille a todos confesados, no habrá tiempo para perdir perdón ni para falsos arrepentimientos.

Trovador de lamentos que moras en mi, narra mis amargas tristezas.
Soñador de silencios que me visitas en las frías noches de invierno, vuelveme sereno.
Pastor de las altas cumbres, sácame de esto.

Buncuche.

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