miércoles, 13 de febrero de 2008

Una oración ...

Yo, el predicador de las mentiras, cobarde hasta que nace el día y antiguo charlatán de ilustres cafés, con el poder que me otorga la santa hermandad de las causas perdidas, absuelvo al trovador para que luche con osadía por la eterna revolución.

Ilustres moradores de la verdad, apartad.
Venerables señores de la guerra, retiraos.
Paloma que preñaste a la doncella, no rias más.
En mis manos está la sangre de tu collar
y en mis mejillas aún mora tu despertar.

Para todos los soñadores, y para los caminantes del vino.
Para los perdedores y para los perdidos.
Para los errantes y para mi hermano ermitaño.
Para el joven juglar y el pastor encumbrado.
Para el último de los profetas.
Para mi viejo amigo, que a la mañana se refleja en la ventana a la que miro.
Para la luz de mi estrella en la curva del olvido.
Para la sombra de lo no vivido.
Para ti que miraste debajo de la cama, detrás de la maceta, corriste las cortinas y te asomastes al balcón , y allí me viste llorando cual eterno aguador, con la mirada perdida hacia el Sol.

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