jueves, 21 de febrero de 2008

Las sombras del silencio

Esta mañana miré a la Luna, y dibujada tras las nubes me hablaba en voz baja para contarme como transcurrirá el día. Al oido me decía que antes del noveno bisiesto debería elegir momento, para romper el silencio.

Todo esto me suena a profecía, a cuento escrito en la parte de atrás de un paquete de galletas, a laberinto trazado entre las zarzas del río. No hace falta ser un loco para saber lo que se avecina.

Puede haber algo peor que no recordar ni uno solo paso andando y terner la certeza de no saber dar un nuevo paso.

Sentencia final de la memoria, veredicto de muerte adornado de bellas intenciones insípidas.

Pocas cosas pueden ser peor que mirar al cielo o al infierno y no saber si se está vivo o muerto, o ni siquiera saber si se está.

Que las flores de la amnesia perpetua puedan dejar destellos de reminiscencia y olor a hierba fresca, al menos, en los sueños de mis sueños.

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